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Periglaciar: Una definición completamente ambigua

Por RICARDO ALONSO, GEOLOGO Y DIPUTADO PROVINCIAL

Martes 13 de Julio de 2010 Opinión

http://www.eltribuno.info/salta/diario/hoy/opinion/periglaciar-una-definicion-completamente-ambigua

El año pasado, el Congreso de la Nación votó una ley sobre protección de los glaciares, la que fue correctamente vetada por la señora Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner. Esto desató la ira de algunos ambientalistas que quieren convertir al país en un idílico parque nacional, donde los argentinos se amontonen a vivir en masa alrededor de Buenos Aires. Sin embargo, lo más polémico del proyecto radica en el alcance y definición de lo que correspondía a “periglaciar”.

Tomando como referencia una obra clásica de geomorfología climática, la del español Gutiérrez Elorza (Gutiérrez Elorza, M., (2001): “Geomorfología Climática”. Ed. Omega, Barcelona), tenemos los siguientes conceptos: “El término periglaciar fue utilizado por primera vez en 1909 por el polaco Lozinski para referirse a las condiciones climáticas y geomorfológicas de las zonas periféricas de los casquetes de hielo pleistocenos”. Esto significa que Lozinski hacía referencia a las zonas periféricas de los glaciares que quedaron de las últimas glaciaciones del Pleistoceno, que terminaron unos 10.000 años atrás.

Sin embargo, Gutiérrez Elorza aclara que, “con posterioridad, este término se ha extendido para designar procesos y características de climas fríos, sin tener en cuenta su proximidad temporal o espacial con los glaciares”.

Esta extensión del término o del concepto hace que lo periglaciar se convierta en algo ambiguo, ya que puede entrar en la definición cualquier zona donde el agua se congele en invierno, en las vegas o arroyos, donde la temperatura caiga por debajo de cero grado centígrado. Prácticamente, toda la Cordillera de los Andes, desde La Quiaca hasta Tierra del Fuego, cae en esa definición, así como muchas otras zonas del país (por ejemplo, gran parte de la Patagonia, y otras). Téngase presente que la línea de las nieves permanentes alcanza a los 5.500 m en la zona norte del país (Jujuy, Salta, Catamarca), y va cayendo en altura en la cordillera patagónica, llegando a cero metros al extremo sur del continente (y su proyección en la Antártida).

El problema

Esto es de vital importancia, ya que de aprobarse el proyecto se podría interpretar que la minería queda prohibida en toda la zona periglaciar de su territorio. Lo cual implicaría que la Argentina se quedaría practicamente sin lugares para el desarrollo de esta actividad.

Gutiérrez Elorza da como ejemplo el caso de Siberia (“De este modo, existen extensas zonas, como Siberia oriental (Jahn, 1975), sin ninguna conexión con las áreas glaciares, en las que la actividad periglaciar es dominante”). En base a ello, enfatiza que: “Como consecuencia, este término ha tenido usos muy diversos debido a lo impreciso de su definición”.

A tal punto, que la palabra periglaciar no figura en el Diccionario de Real Academia Española.

Como decía George Bernard Shaw “las discusiones se terminan cuando se define a las cosas por su nombre”. Hoy no tenemos una definición universal válida de Periglaciar ya que se han mezclado el concepto de lugar en la definición original del polaco Lozinski, con procesos que abarcan a grandes regiones del planeta.

Siguiendo con Gutiérrez Elorza, nos dice que: “Los ambientes periglaciares se caracterizan por un predominio de los ciclos de hielo y deshielo del terreno y por la existencia de un frost o terreno permanentemente helado. Ambos, o uno de ellos, son comunes a todo el dominio periglaciar. Así, algunas de las formas periglaciares no están asociadas con la presencia de permafrost. El dominio periglaciar se desarrolla en las zonas polares y en áreas alpinas de latitudes medias y bajas de muchas cordilleras del mundo (Harris, 1988).

Este dominio periglaciar ocupa en la actualidad una quinta parte de la superficie del globo y, en períodos fríos pleistocenos, se estima que otro 20% adicional ha experimentado condiciones periglaciares (French y Karte, 1988).

O sea que basta que haya hielo y deshielo, con o sin suelos helados permanentes (permafrost), para que ya estemos hablando de periglaciar.

Es más, una quinta parte de la superficie del globo cae dentro de la definición.

Además, como metáfora, todos los suelos, tanto de la Pampa como de Buenos Aires, se construyeron con los polvos eólicos (loess) que trajeron los vientos cordilleranos del Oeste, generados durante la época glaciar, y los depositaron en una vasta región. Esos loess también son periglaciarios, aun cuando a nadie se le ocurriría relacionarlos con hielos.

Ante la incertidumbre que genera la definición concreta de lo que es un periglaciar, y ante la importancia que tiene el tema en la ley que volverá a ser tratada en los próximos días en el Congreso nacional, es que se propone la siguiente definición:

“Se considera estrictamente como periglaciar, aquellas zonas periféricas a un glaciar donde los suelos permanecen helados por agua intersticial al menos ocho meses del año. Entiéndase por glaciar aquellas zonas que tienen hielos permanentes, con capacidad de flujo, desde fines del período Pleistoceno”. De esta forma, las provincias mineras no verían afectados sus intereses productivos y los glaciares estarían a salvo.

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